Por fin han acabado los exámenes de nuevo. Y de nuevo, estoy vivo. Envejecido pero vivo. Y parece una chorrada pero cuando estás preparando el 2º examen empiezas a aceptar que no sobrevivirás, que ni siquiera te acuerdas de lo que era no tener exámenes (hace uas 3 semanas)...y... empiezas a hacer promesas a diestro y siniestro.
Esas promesas están hechas de la misma pasta que las promesas de borracho: las dices a grito pelao y cuando se te ha pasado la euforia, miras para otro lado. Sí, porque estar de exámenes es una mezcla entre una sensación de fin de año y borrachera de grado alto.
Todas las frases empiezan así: "en cuanto acabe exámenes..." y a partir de ahí, rienda suelta a la imaginación. "En cuanto acabe exámenes me pongo a dieta." "En cuanto acabe exámenes me apunto a guitarra." "En cuanto acabe exámenes recojo la mesa." "En cuanto acabe exámenes me ducho." Todo mentiras.
Pero las perlas vienen cuando empiezas a valorar cosas que antes eran mundanas, es decir, en la 3ª semana de exámenes en adelante. "Oye tío. ¿Sabes lo que voy a hacer cuando acabe exámenes? Me voy a ir al Retiro a dar una vuelta, a pasear." Ole, ole y ole.
Es en ese momento, el momento donde empiezas a delirar, cuando la vida se divide en: esto fijo que cae y esto no creo que caiga, es cuando empiezan...LOS NEGOCIOS.
En los negocios, está permitido el intercambio de bienes, de situaciones, e incluso pagos con dinero. "Tío. Te juro que cambiaría aprobar administración y suspender las 3 que me quedan." "Tío. ¿Tú cuánto darías por Centrales II (siempre es II)?" "¿Y por las preguntas?". "Oye tío. En serio. Tío, te lo digo en serio. ¿Tú por Ampliación de matemáticas te dejarías...?"
Eso solo puede ir a peor.
En cuanto acabe exámenes, acutalizo el blog....
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